Cuando los españoles llegaron a la región ocupada hoy por las provincias de Ciego de Ávila y Camagüey, habitaban en ella dos grupos de aborígenes: los recolectores-cazadores-pescadores y los agricultores-ceramistas.
Los primeros, conocidos también como pre-agroalfareros, no practicaban la agricultura ni conocían la cerámica: recolectaban frutas, tubérculos, raíces, moluscos, a la pesca fluvial y marítima y a la caza. Habitaban hacia la costa Sur de Camagüey.
Los segundos, denominados agroalfareros, labraban la tierra y hacían cerámica utilitaria. En Camagüey habitaban desde la bahía de Nuevitas hasta la desembocadura del Caonao. Vivían en bohíos y caneyes de madera y hojas de palmas.
Cultivaban la yuca y el maíz. De la yuca hacían el casabe; hilaban el algodón. Fumaban tabaco en sus ritos medicinales y religiosos, elaboraban artículos de piedra pulida, como hachas pataloides, morteros, majadores, etc. En sus asentamientos se han hallado restos de vasijas de diferentes tamaños y formas, además de los burenes donde tostaban el casabe.
Acerca de la presencia de los aborígenes en el territorio del actual municipio de “Carlos M. De Céspedes” , algunos autores se han referido a un cacicazgo en Magarabomba, pero esto no ha podido comprobarse.
De manera casual, se han producido hallazgos que, si bien corroboran la impronta aborigen en la localidad, no nos permiten calcular la cuantía de esa población. Cerca de Guasimal, al oeste del Municipio, fue desenterrado en un campo de caña, un instrumento tallado de piedra, parecido al llamado sumergidor. A unos 5 Km de ese lugar en el arroyo Berrendos (afluente del río La Soledad), en los límites de la provincia de Ciego de Ávila, un aficionado a la caza, residente en el pueblo de Céspedes encontró un hacha petaloide.
Hacia el norte del Municipio, a poca distancia del poblado de Magarabomba, una alumna de la escuela “Fructuoso Rodríguez Pérez”, encontró una segunda hacha petaloide, a unos 2 Kms del río Beltrán y alrededor de 3 Kms del Caonao. Estos no han sido los únicos hallazgos: hay vecinos que conservan algunos objetos, conociendo o no el valor arqueológico de los mismos.
Suponemos que, procedentes de los asentamientos agroalfareros del Caonao, siguiendo su cauce y, posteriormente, de los ríos Lázaro y Beltrán (afluentes del Caonao), pudieron llegar a esos lugares representantes de esa cultura, donde los bosques ofrecían los medios necesarios de subsistencia. Estos datos son los únicos que podemos aportar por el momento. Un estudio exhaustivo, por parte de la Academia de Ciencias, está pendiente.
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